Se necesitan nuevos espacios para abordar los problemas internacionales.

Por muchos años, el Foro Económico Mundial, mejor conocido como Davos por el pequeño pueblo donde se lleva a cabo, era el lugar para discutir ideas sobre cómo atacar los principales problemas mundiales y avanzar la causa de la globalización.
Se congregaban ahí gobiernos, con el fin de buscar inversiones, las principales empresas mundiales con el fin de convencer a gobiernos de abrir sus fronteras y académicos y pensadores que marcaban el tono de las conversaciones.
El experimento de una globalización como último estado histórico falló sin lugar a duda. En 2022, los pilares sobre los cuales se basaba la idea de Davos están siendo cuestionadas por muchos frentes. La Globalización está siendo sustituida por ideas nacionalistas y en el mejor de los casos la creación de bloques regionales entre países afines. Tras los tres golpes propinados por el COVID-19, problemas en las cadenas de suministro y la invasión de Rusia a Ucrania, ningún país tiene la certeza plena de que sus vecinos y socios puedan proporcionar bienes esenciales de manera confiable.
La guerra, la inflación, la carestía y el debilitamiento de las instituciones multilaterales, fenómenos que parecían superados, dan cuenta de que el optimismo que se percibía en lugares como Davos, fue una quimera. Cada vez más los políticos en muchas localidades asumen tonos y posturas populistas, que culpan a las élites mundiales por todo tipo de males, dirigiendo el enojo y malestar de sus poblaciones a grupos que parecen controlan los hilos de la economía mundial imponiendo una agenda lejana de toda responsabilidad local.
En el trasfondo de este repliegue permanecen problemas que sólo pueden ser resueltos mediante la coordinación internacional. La cooperación para la fabricación de vacunas es un buen ejemplo, aunque su distribución dejó mucho que desear. En el futuro inmediato los retos internacionales son cómo poner fin a la invasión en Ucrania, y una probable estanflación.
Sin embargo, la crisis del cambio climático permanece como la más importante y de consecuencias de enormes proporciones, que sólo pueden ser resueltas con un mayor grado de compromiso y cooperación entre todos los países. En este sentido, aun cuando ahora Rusia puede resultar un paría internacional, su participación, y especialmente la de China, es indispensable para enfrentar el reto mayúsculo que representa el cambio climático para la estabilidad global.